miércoles, 20 de mayo de 2015

Crónica W (084): "Silencio"


8 de MAYO de 2015

Echamos la mirada atrás y nos vuelven los recuerdos a la cabeza. Aquéllos tiempos en los que todo valía. Momentos en los que la vida se había devaluado hasta el punto en que ninguna razón era suficiente para arrebatársela a alguien. Son las consecuencias de las guerras y el duro precio que se les hace pagar a los vencidos. Todo ello agravado por la sinrazón de la dictadura, que fomentaba estas prácticas como modo de perverso adoctrinamiento de masas.
El silencio de la noche y la protección de la oscuridad eran los momentos preferidos para ajustar cuentas. Se rompía la tranquilidad con el sonido de las pistolas, que no entendían de géneros ni de edades. En la lejanía se podían apreciar varias siluetas desplomándose en el suelo, mientras otras se disponían con las palas a tapar la vergüenza de sus actos. Todo el mundo en el pueblo sabía qué es lo que había ocurrido. A partir de ahí, silencio absoluto. Desde ese momento el lugar en concreto quedaba maldito y vetado. Que a nadie se le ocurriese siquiera acercarse por allí. Podría correr la misma suerte. Tan fácil como hacer otro boquete y cubrirlo de nuevo. Muchos de los ajusticiados ni siquiera habían empuñado un arma en su vida. Bastaba con ser señalado, nada más. Ni juicios ni jueces. Total impunidad para los justicieros. Ninguna placa, ninguna flor, ni siquiera un escrito o alguna publicación que recordase el atroz asesinato. Cuerpos con nombres y apellidos cuya memoria se guardaba en las cabezas de los lugareños y que a duras penas han ido trascendiendo hasta nuestros días. Son de esas cosas que en las casas no se hablaban, pero se sabían. Secretos que se tenían que callar. Cabezas de familia con semblante serio y curtido por el tiempo, que guardaban para sí algo que de airearlo les podría acarrear graves consecuencias. No me imagino esas reuniones familiares en torno a una mesa, en la que todos lo sabían y no podían hablar de ello. Grandes silencios y sonidos de cuchara en los platos soperos. La historia de unas vidas marcadas por el odio gratuito de quienes no aceptaron la democracia.

Todavía en muchos pueblos los más ancianos del lugar, pasean por ciertos lugares mirando de reojo a las cunetas. Unos con la impotencia de no haber podido hacer nada en su día y otros con la cara pintada por ser cómplices de lo que allí se guarda. Es hora de que la memoria histórica se ponga en marcha y se permita recuperar todos esos cuerpos inertes y olvidados. Ya es hora de que sus familiares puedan darles sepultura y puedan honrarlos como se merecen. No es posible avanzar sin cerrar todas las heridas del pasado. Basta ya de silencios incómodos y de hipócritas que siguen echando tierra sobre los muertos. Basta ya de defender a quienes cometieron la barbarie. Basta ya de entorpecer y de poner trabas a quienes sólo quieren recuperar a sus familiares. Basta ya...

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