31 de OCTUBRE de 2014
No importan las horas, no importan los días. Después
del descanso veraniego en Ojodagila, retomamos nuestro espacio
radiofónico en las ondas piratas de Uhinak Irratia. Tras este
período de tiempo, parece ser que nada ha cambiado en la sociedad.
Aquel iceberg que comenzaba a asomar con la trama Gurtel, comienza a
ser visible a los ojos de la ciudadanía, cosa que es bastante
difícil teniendo en cuenta que quienes están implicados se
encuentran encabezando la política y manejando los estamentos a su
antojo.
Estamos rodeados de auténticos
actores, interpretando papeles merecedores de algún Oscar. Manejan
los medios de comunicación de tal manera, que disponen de minutos
en los cuáles pueden repetir sus mentiras una y otra vez, hasta la
saciedad, convirtiéndolas en verdades maquilladas. Este control les
permite omitir las opiniones contrarias, con lo que sus mentiras
obtienen una mayor fuerza en su metalmorfosis.
Vivimos en una sociedad en la
que nadie es lo que dice ser. Cuanto mayor es el nivel económico y
la posición social, mayor es el engaño. La cuestión es grave, ya
que si bien de momento la gente no se está muriendo de hambre, si se
muere por falta de atención sanitaria. Las listas de espera y la
saturación de los centros, conllevan diagnósticos tardíos e
intervenciones que por su tardanza, no llegan a tiempo o provocan
mala calidad de vida en los afectados. Además de los problemas de
salud e incluso de los infartos sufridos por afectados por los
desahucios o por el robo de los ahorros de muchos ancianos en casos
como el de las preferentes.
Nadie es quien dice ser. Vemos
cómo esos grandes patriotas, que darían su vida por España,
derramarían hasta la última gota de su sangre, pero a la hora de la
verdad son incapaces de contribuír por su querido país de la misma
forma que hacemos el resto de los mortales. Dudo mucho de ese
patriotismo, más bien me parece una forma de poner la venda a los
ilusos mientras los billetes vuelan hacia paraísos fiscales. Esta
gente no tiene más patria que la del dinero.
Nadie es quien dice ser.
Empresarios y economistas que nos dan lecciones de ética, incluso en
seminarios, y después malgastan el dinero público de un banco que
hemos rescatado con miles de millones, que aún estamos pagando,
aludiendo que no sabían que era ilícito hacerlo. Qué paradoja, las
mismas personas que aseguraban que ancianas analfabetas sabían qué
firmaban, cuando adquirían las preferentes, con la preparación y
los estudios que tienen, ahora dicen que de lo suyo so sabían nada.
Nadie es quien dice ser. Otros
empresarios abogando por realizar más reformas en el terreno
laboral, bajar sueldos y cobrar menos. Todo ésto para tener empresas
más competitivas. ¿Para qué? ¿Para quién? Resulta que desde el
comienzo de la crisis hay más ricos y los que ya lo eran, lo son aún
más, mientras que la clase obrera es más pobre. No hay dinero para
mano de obra, pero sobra para comprar algún que otro favor y no
estoy hablando de minucias. Ésto en el terreno privado, pero en lo
público, qué fácilmente se gasta el dinero de todos. Se firman
contratos con precios desorbitados con tal de cobrar la comisión de
turno, sin importar en absoluto dejar a un ayuntamiento endeudado
durante años y años. Éste es el tipo de gente, que además, se
creen superiores a los demás y piensan que su destino es ése. No
han vivido de otro modo. Siempre rodeados de riquezas, buena vida y
ninguna preocupación.
Nadie es quien dice ser.
Personas que defienden y se manifiestan en defensa del derecho a la
vida de quienes no han nacido, pero que después callan sus bocas y
no dicen absolutamente nada, cuando miles de inmigrantes son
apaleados e incluso asesinados, en su intento de acceder a una vida
mejor. Éstos si que están vivos y no los defienden.
Nadie es quien dice ser.
Discursos en Navidad del monarca de turno, alabando la independencia
de la justicia y su igualdad, cuando vemos cómo su propia hija y su
yerno están enfrascados en un proceso judicial que terminará por
diluírse en el tiempo, quedando impunes. Un monarca que se blinda
inmediatamente haciéndose aforado tras abdicar. No se sabe la razón,
pero se pueden entrever ciertos motivos ocultos tras esa decisión.
Otro patriota de esos que se escuda tras una bandera y que valora a
don dinero sobre todas las cosas.
Vivimos en una sociedad en la
que unos pocos creen que el resto estamos a su servicio. Que somos su
mano de obra y nos pueden moldear y manipular. Por suerte, todos los
regímenes en la historia, por fuertes y poderosos que fueran, han
sucumbido, y éste lo hará también. Ahora a los pobres, a los
desamparados y a los humildes, sólo nos queda esperar y seguir
siendo quienes decimos ser.
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